Cuando una embarazada atraviesa el estadío de sentir y registrar que su cuerpo está creando vida, un sinmúmero de sensaciones y vivencias la atraviesan.
Esos momentos, que no pasan por el campo de lo que se puede decir o describir, nos interpelan y suceden. Sentimos alegrías, tristezas, miedos, ansiedades, que muchas veces se mezclan con la vida cotidiana que la historia de cada mujer atraviesa.
El útero materno será habitado por el bebé que está en camino y allí vivirá experiencias únicas, que si bien quedarán en su inconsciente son precursoras de lo que tendrá que vivir cuando salga de allí.
Estas situaciones las podemos ver, por ejemplo, en las ecografías cuando pestañean, succionan su dedo, se mueven.
Tambien las podemos sentir cuando en la panza sentimos una revolución interna.
Por eso es tan importante darnos el lugar y procesar en el tiempo para comprender y sentir que nuestro útero se transformó y que allí, entre luces y sombras, un nuevo ser está creciendo.
Crece con todos los sinsabores, con nuestras alegrías y apurones o conflictos, ya que es el mundo real.
Es por eso que las normativas del Estado y de las empresas deberían contemplar esta etapa como única e irrepetible, cuidando y protegiendo a las embarazadas.
Es la sociedad en su conjunto la que necesita reflexionar y avanzar en estos cuidados, pero las mujeres también deben seguir exigiendo sus derechos.